Maite González Esnal en un momento de la conversación
El pasado jueves 22 de mayo tuvo lugar en el salón de actos del Centro Cívico de Barrainkua el encuentro literario con la escritora Maite González Esnal con ocasión de la presentación de su último libro «Viajes, frutas, barrios», arropada por Pedro Ugarte y miembros de la asociación El espíritu de la alhóndiga, entre otros.
Maite González Esnal (1943, San Sebastián, Gipuzkoa) estudió Filosofía y Letras en Barcelona. Trabaja como secretaria en la Asociación de Escritores Vascos. En 1984 publicó el libro Bertan ikusia, con fotos de Jesús Uriarte, comentando los bertsos del Campeonato de Bertsolaris Euskal Herria. En literatura infantil, ha publicado Mari Marietta (1997, Alberdania) y Lapitz baten ibilerak (1997, Erein). Otras obras suyas son Hegoak ebaki nahi nizkion (2000) y Maiderren taupada-bilduma (2002, Alberdania). En su faceta de traductora ha traducido al euskera textos de Mercé Rodoreda (Ipuin hautatutak, Diamantearen Plaza), Margueritte Yourcenar (Alexis, edo alferrikako guduari buruzkoa), Gabriel Celaya (Gaviota) y Eugenio Andrade (Uraren Bezpera). González Esnal lleva varios años conduciendo diversos talleres de lectura en Hondarribia e Irun.
En un encuentro muy ameno, donde el público intervino de forma continua, Maite González habló de su libro, dividido en tres partes. Con respecto a Frisia, que ocupa buena parte de la primera parte, «Viajes», se refleja sólamente la zona holandesa, no la alemana. Estos relatos son un compendio de sus notas, basadas en sus experiencias personales y familiares, pero ficcionadas. Se habló de una cuestión muy importante: el idioma, ya que en esta zona habla un inglés limitado, y explica que el uso de una u otra lengua genera experiencias personales diferentes. Esto le ha llevado a tomar notas en varios idiomas, en función de la expresividad que otorgue una u otra lengua. Sus notas se reducen principalmente al «qué» quiere contar, y es en una posterior revisión de las mismas cuando entra en juego la segunda cuestión: «cómo» expresarse. En general, selecciona entre los idiomas aquél que le ofrece una mayor economía lingüística con una mayor expresividad. Habla del riesgo de emplear expresiones coloquiales en una lengua que no se domina, como herramienta para lograr una mejor integracioon y naturalidad en la expresión, pero que a veces puede resultar forzado.
En relación a la esctructura del libro, Maite González indica que no es deliberado. Comenzó por los relatos relacionados con sus experiencias en Frisia, pero no quería que se convirtiera en una guía de viajes y estaba preocupada por el ritmo, lo que le llevó a introducir los «cuentos ficcionados», basados en sus experiencias y en características de la gente de la zona. Describe Holanda como un país con una fuerte cultura de la tolerancia «pasiva», con una fuerte división religiosa, donde cada grupo construía su propia iglesia, hasta un punto tal que se hizo necesario desacralizar algunos de los edificios, aspecto que refleja.
Llegado un momento, dejó el tema (en el tintero ha quedado su historia «El cardador de estrellas», que explica la historia de un diseño artesano del firmamento en el siglo XVII), y se dejó tentar por «Mirlos en el maizal», una historia en la que trabajaba simultáneamente en ese momento y que, si bien no es autobiográfica, sí deja tralucir algunas querencias personales.
En la última parte del libro, «Barrios», Maite González nos retrotrae a un San Sebastián proletario, del que apenas se habla en literatura, donde se encuentran en las afueras los barrios obreros rodeados de casas pertenecientes a la aristocracia, con una serie de necesidades que daban trabajo a mucha gente (camareros, costureras…), en especial a las mujeres, que no tenían sueldo fijo. Es un mundo de esperas y urgencias. También comentó el que se considera el origen más probable del nombre del «Barrio del infierno»: algún bertso cantado por por un baserritarra bajado de los caseríos que trabajaba en la industria creciente.
Maite habló también de su experiencia digiriendo talleres de lectura, que en la actualidad imparte a un ritmo de una reunión mensual, con diversos grupos, tanto en castellano como en euskera, y con un fuerte apoyo de la biblioteca de Fuenterrabía, que adquiere los libros que se programan a lo largo del curso lectivo. Son talleres enfocados principalmente a la ficción, aunque en ocasiones incorpore algo de poesia y ensayo. En un futuro le gustaría sumar contenidos audiovisuales. Las lecturas las decide a partir de sus preferencia personales, incluyendo tanto clásicos de la literatura universal, como local, y también traducciones. Entre sus autores favoritos cita a Mercedes Rueda, Erri de Luca y Lobo Antunes.
Por último, explicó sus comienzos como traductora, al principio al euskera de textos de Mercedes Rueda, que escogió por su «escritura oral», fácil en el sentido en que se aproximaba al registro de la palabra. Para ella supuso una forma de profundizar en el aprendizaje y trabajo con esta lengua. A partir de ahí continuó con otras obras de su gusto, a modo de entrenamiento.
Desde la asociación queremos agradecerle a Maite el tiempo que nos ha dedicado y a todos los asistentes vuestra participación.
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