26 de abril de 1937

¿Dónde está mi hijo? ¿Alguien ha visto a mi niño? Es así de alto y estará asustado. No veo nada… maldito humo, y ese ruido ensordecedor no deja de retumbar en mi cabeza. ¿Tú lo has visto? Por Dios, ¿qué está pasando? Con el solo roce de la brisa siento miedo, el aire huele a desgracia, estos escombros son una carga demasiado pesada que nos ahogarán para siempre. ¿Y qué será de las madres sin hijos y de los huérfanos de padre? ¿Para qué seguir viviendo así? ¿Tú puedes decirme para qué?

Voy a apagar la luz del quinqué, no quiero ver el relieve del espanto. ¿Cómo un ser humano puede infligir a otro tan terrible sufrimiento? Mira ese animal que relincha desgarrado, confunde su cabeza y extremidades con los pedazos del buey, son parte de un rompecabezas que jamás se recompondrá.

Las lágrimas se me mueren antes de nacer, en la garganta se me clava el aliento y no puedo, no puedo… respirar. El dolor me ha entumecido los huesos y no sé si volveré a mirar por esa ventana para llamar al chiquillo que ya no correteará calle abajo. ¿Lo has visto? ¿Has visto a mi niño?

Y ahora ¿Qué?

Pablo, solo nos queda tu crayón contra las balas. Píntalo todo. Defiéndenos del enemigo, llena el lienzo de colores de barbarie. El pincel, de temperas desgarradas y coloca unos bastidores fuertes que pongan límites al horror. Cubre la sinrazón con una capa gruesa de pintura que amortigüe el sonido de las bombas. Y no olvides una paloma, una que aún tenga un poco de vida para que pueda alzar de nuevo el vuelo, algún día…

El 11 de septiembre de 2001 se cumplieron veinte años de la llegada de un Picasso al Reina Sofía.

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