Siracusa, 412 a.C. La Guerra del Peloponeso ha dejado su huella más cruel: cientos de soldados atenienses languidecen en una cantera convertida en
prisión al aire libre, reducidos a la categoría de esclavos.
Ferdia Lennon sitúa la trama de su original primera novela en este escenario de desolación donde el absurdo será única respuesta posible. La premisa con la que juega el autor es tan genial como perturbadora: Lampo y Gelon, dos alfareros siracusanos en paro y con demasiado tiempo libre, deciden visitar la cantera para ofrecer agua y comida a los prisioneros a cambio de que reciten versos de Eurípides. Sí, has leído bien. La desesperación por un pedazo de queso lleva a estos hombres destrozados a escarbar en su memoria en busca de fragmentos de tragedias griegas. Lennon construye aquí una de las metáforas más potentes sobre el poder del arte: en el momento de mayor degradación humana, las palabras de Eurípides se convierten en el último hilo que mantiene a vencedores y vencidos conectados con su humanidad. Lo que comienza como un juego macabro evoluciona hacia algo más ambicioso: Gelon, apasionado del teatro, decide representar Medea con los prisioneros como actores.
La novela brilla especialmente en su capacidad para alternar registros. Lennon escribe con una prosa que rezuma convicción pero no duda en utilizar un lenguaje directo, crudo, que, una vez superado el impacto que sufre el lector al digerir las expresiones propias de una película de Tarantino, suena extrañamente contemporáneo en boca de estos griegos antiguos. Este anacronismo deliberado (expresiones como “tío”, “putos profesionales” o “la parte pija”) añade una cercanía que nos recuerda que la barbarie humana es universal y atemporal.
Pero no sólo de degradación se nutre esta historia, Lennon también reflexiona sobre otro tema extemporáneo: la redención a través del arte y del amor. El autor no cae en sentimentalismos fáciles y explora el sentimiento universal no sólo desde su lado romántico, sino también a través de los lazos de amistad, un valor que mueve a los personajes hasta conducirles a realizar acciones que sorprenderán al lector. Y esto es lo extraordinario de Deus Ex, cómo dos pícaros sin principios encuentran en medio del horror una razón para transformarse y nos enseñan que, a veces, para cambiar el mundo, hay que empezar por cambiar uno mismo.
Valoración: ★★★★★ (5/5)
El veredicto del club de lectura:
Deus Ex fue la novela favorita de las personas participantes el curso pasado. La ópera prima Ferdia Lennon nos resultó audaz y necesaria, desafía cualquier clasificación fácil. Trata temas universales de la literatura, sí, pero lo hace desde una óptica incómoda que nos golpeó con fuerza. Lennon consiguió hacernos reír en voz alta en una página y dejarnos mudos en la siguiente, porque mezcla lo grotesco con lo sublime, lo brutal con lo tierno. Nos habla de la transformación en medio del caos y el poder del arte. La imaginación contra el pragmatismo.
Una tragedia griega que es, paradójicamente, una comedia brutal sobre la condición humana.
Recomendado para:
Lectores que disfrutan con propuestas originales, amantes del teatro clásico, cualquiera que crea que el arte puede ser un acto de resistencia. Imprescindible para quienes creen que la literatura debe incomodar tanto como iluminar.

Muy buena recomendación. Tierna y humorística
Nunca había leído un libro tan divertido y, a la vez, tan dramático. Es capaz de pasar, de uno de estos extremos al otro, con maestría, aunque sea una primera obra.
Pero lo que más me llamó la atención es que ponga el evento (presos de guerra muriéndose de hambre, recitando versos de Eurípides para salvarse) en manos de gente corriente, sus anteriores víctimas y ahora vengativos captores, todos pobres y mal hablados, en lugar de ponerlo en las de la nobleza de Siracusa, cultos y extravagantes.
Los comentarios adicionales de las compañeras del club, en especial los que versaron sobre el poder del arte para modificar los sentimientos y el comportamiento humano, hicieron que saliera de la tertulia con una visión más compleja del libro discutido, que cuando entré. Un placer.
Esta novela, un hilarante cocktail de comedia y tragedia admirablemente equilibradas, me ha recordado y dejado el mismo buen sabor de boca que La vida de Brian!
Algunos personajes —aunque de rancio arraigo popular, eso sí— resultan tan acertados cuando exclaman “¡Somos directores!”.
Un aplauso también a la muy conseguida traducción de la obra en general y especialmente —por la dificultad que entraña y lo eficaz que resulta— de los diálogos.