A lo largo de los títulos que componen la saga ––esta es la cuarta novela tras Atrapado, El precio del silencio y Sospechosos––, vamos conociendo que este gánster bilbaíno ha tenido suficiente éxito en el mundo del crimen como para retirarse y vivir sin apuros dedicándose a la lectura de novelas policiacas, los viajes y la pesca en la ría, que es su pasión. Pero hay algo en él, llamémoslo inquietud, vocación o aburrimiento de la vida legal, que inevitablemente le lleva a meterse en un nuevo fregado. En esta ocasión, se trata de desentrañar un extraño secuestro de la hija de un potentado industrial francés que deriva en un asesinato múltiple. Una trama magníficamente armada a cuatro bandas: dos de delincuentes, rivales entre sí, y otras dos de investigadores, ya que junto a la Ertzaintza intervienen los servicios secretos franceses.
Juan Infante consigue que el lector empatice con un protagonista gánster, al estilo de otros “malos” que han atrapado a los lectores: Ripley, Lisbeth Sallander, la familia Corleone… Crea un personaje entrañable que junto con sus habilidades para la delincuencia tiene otras muchas para ganarse el favor del público. Es simpático y cautivador —y en ocasiones seductor––. Aunque es un delincuente, deja muy claro que no es un killer, tiene su propio código de honor ––uno peculiar que solo le permite liquidar miserables––. Es inteligente, vivo, rápido. Se maneja como pez en el agua entre chantajistas, secuestradores y sicarios. Y, sobre todo, se guía siempre por la lealtad hacia los suyos que es, en el fondo, lo que le arrastra siempre hacia los asuntos turbios. Lo que él dice: le lían.
Todo esto con Bilbao de fondo, en especial el barrio de Olabeaga, junto a la ría. Garrincha recorre sus calles y plazas, tanto en la propia ciudad como en los pueblos que la rodean, Getxo, Portugalete, Barakaldo…, recreándose en muchos de sus restaurantes y coctelerías, que a veces comparte con su mujer, Teresa, la voz de la sensatez, la que lo ata a tierra firme.
Como todo héroe que se precie, Garrincha tiene una archienemiga, la inspectora de la Ertzaintza Sarah Cohen, quien acompañada de su pareja, el también inspector Miguel Fabretti, le sigue los pasos de cerca.
La inspectora Sarah no comprende como consigue el gánster aparecer cerca de de objetivo que están vigilando. le saltan todas alarmas cuando sale a relucir una Beretta en la escena de un crimen., no tiene dudas de la implicación de Garrincha, pero tampoco pruebas… de momento.
Y lo mejor queda para el final. Un desenlace digno del mejor noir, del que por supuesto nada puedo decir, salvo que es magnífico.
Termino con un par de frases del primer párrafo de la novela: “Mis vacaciones con Teresa me habían sanado el cuerpo y, también, el alma… Lo más importante es que la tranquilidad, el sosiego y la paz interior se asentaron en mi cabeza, y así me incorporé a ese estado de aburrimiento que tanto necesitaba”.
No se crean nada.
Almudena Fernández Ostolaza.
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